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San Saturnino en procesión por el Casco Antiguo de la capital en el día de su festividad de 2010
DN A.O. PAMPLONA Martes, 30 de noviembre de 2010
En una mañana tan luminosa como la de San Fermín, su contrincante más cercano, pero con una temperatura que no permitió a los termómetros ponerse en positivo, San Saturnino se paseó ayer por el Casco Antiguo de la capital en el día de su festividad. Entre 3 y 1 grado bajo cero, esa fue la escasa horquilla por la que se movieron ayer los termómetros desde que el patrón abandonó la parroquia de San Saturnino, cuando pasaban unos minutos de las 10.30 horas, y hasta que volvía a ella a las 11.
10 de la mañana.
La fría mañana no fue impedimento para los muchos pamploneses que no quisieron perderse la cita con la procesión. Tampoco lo fue para que los organizadores eligiesen el recorrido más largo (el que llega hasta el paseo del doctor Arazuri) y dejasen de lado el alternativo (por la calle Eslava), más apropiado para los días en los que amenaza lluvia.
¿Quince minutos antes?
La jornada festiva comenzó oficialmente unos minutos antes de las 10.30 horas, cuando la Corporación, en Cuerpo de Ciudad, abandonó la Casa Consistorial para ir al encuentro con el patrón. Aunque era la hora habitual y la anunciada, el reloj del Ayuntamiento provocó el despiste de muchos, que veían cómo las agujas marcaban todavía las 10.15 horas debido a un retraso en su maquinaria.
Unos minutos más tarde la imagen de San Saturnino abandonaba el templo por la puerta de la calle Campana y estrenaba así la nueva pavimentación terminada de colocar la semana pasada.
Precedido por la Comparsa de Gigantes y Cabezudos, la cruz procesional, los dantzaris, maceros y timbaleros y miembros de la parroquia, a la imagen del Santo le seguían de cerca los guardias de gala, la banda de música La Pamplonesa y la Corporación. Esta última estuvo presidida por la alcaldesa Yolanda Barcina y únicamente faltaron Javier Torrens (PSN), Txema Mauleón (NaBai) y los dos ediles de la ilegalizada ANV, Mariné Pueyo y Mikel Gastesi.
Una fe para vivirla
De la celebración religiosa se encargó el arzobispo Francisco Pérez, mientras que la parte musical estuvo a cargo nuevamente de la Capilla de Música de la Catedral y del Orfeón Pamplonés dirigidos por Aurelio Sagaseta y acompañados al órgano por Julián Ayesa.
Francisco Pérez comenzó la homilía haciéndose eco del saludo que el propio Papa Benedicto XVI enviaba a todos los pamploneses y navarros. El arzobispo explicaba luego que había acompañado al Santo Padre en su reciente visita a Santiago de Compostela y a Barcelona, y que también tuvo oportunidad de estar con él en la basílica de San Pedro, en Roma.
Después de evocar la figura de San Saturnino, su vida como predicador y su martirio, Francisco Pérez utilizó al patrón de Pamplona como el mejor ejemplo para estimularnos a ser fieles en la fe. Y frente a las carencias que hoy en día acechan a la sociedad, el arzobispo animó a los cristianos a predicar el evangelio con el objeto único de contentar a Dios. "Es fácil dejarse llevar por la presión de querer contentar a todos. Si San Saturnino lo hubiese hecho, habría traicionado la esencia de su creer", dijo para explicar las vejaciones a las que tuvo hacer frente el obispo de Toulouse y a su negativa a realizar un sacrificio al dios Júpiter, lo que le valió su martirio.
El arzobispo de Pamplona hizo también mención a la reciente exhortación apostólica Verbum Domini de Benedicto XVI para reforzar la importante relación intrínseca que existe entre la palabra de Dios y el testimonio cristiano. "Es una relación indispensable para que la fe no se presente exclusivamente como una filosofía, sino como algo que se puede vivir", dijo. E incidió en esta idea para explicar que ha sido precisamente esa labor de los cristianos al transmitir su testimonio lo que ha hecho posible que después de once siglos Pamplona siga venerando a su patrón.
Terminada la celebración, la Comparsa de Gigantes y Cabezudos bailó en la Plaza Consistorial y cerró así las actividades del año de su 150 aniversario.
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Los -14,9 grados registrados en la madrugada del lunes, 29.11.2010, en Erremendia (Salazar) son un claro testimonio de las frías temperaturas que vivió el 29.11.2010 toda la geografía navarra. Todas las cabezas de Merindad vieron como sus termómetros descendían de los cero grados y, durante el día, apenas alcanzaron los cinco en muchas localidades.
Pamplona, por ejemplo, registró una mínima de -4,5 grados; en Tudela fueron -6,3 grados; en Estella los termómetros bajaron hasta -5,6 grados; y en Tafalla a -4,6 grados.
Entre 3 y 1 grado bajo cero, esa fue la escasa horquilla por la que se movieron el lunes, 29.11.2010, los termómetros desde que el patrón abandonó la parroquia de San Saturnino, cuando pasaban unos minutos de las 10.30 horas, y hasta que volvía a ella a las 11.
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Fiestas y procesión de San Saturnino hace dos siglos
JUAN JOSÉ MARTINENA DN Martes, 30 de noviembre de 2010
Antiguamente, desde que en 1611 San Saturnino fue declarado por acuerdo municipal Patrono de Pamplona, su fiesta, el 29 de noviembre, se celebraba en nuestra ciudad con la misma solemnidad que la de San Fermín en julio.
Ya el día anterior, a las cuatro de la tarde, el Ayuntamiento, en traje de golilla y media gala de cordoncillo, salía de la Casa Consistorial con todo su acompañamiento de mazas, clarines, timbales y alguaciles, y se dirigía a la vecina iglesia de San Cernin, para asistir en ella a las solemnes vísperas cantadas, en las que intervenía la capilla de música de la Catedral.
El cabildo de la parroquia, que hasta mediados del siglo XIX lo componían quince sacerdotes coristas más otros cinco o seis a la espera de vacante, salía a la puerta del pórtico, que siempre fue la principal, revestidos todos de sobrepelliz, a recibir a los regidores. El párroco -entonces llamado vicario- les daba el agua bendita en un hisopo de plata, y acto seguido les acompañaba hasta sus bancos de honor, tapizados de terciopelo rojo, que en aquella época, en la que el presbiterio estaba cerrado por una reja, se hallaban situados dentro del enrejado o januado, a la derecha del altar mirando desde la nave; lo que tradicionalmente se llamaba el lado de la epístola.
Al día siguiente, el 29, festividad del Santo, la corporación municipal -la Ciudad, como dicen las actas- de nuevo vestida de golilla, pero en esta ocasión de gala entera, con medallas y cadenas doradas, acudía a las diez en punto de la mañana a la Catedral a recoger al Cabildo e iniciar la procesión, que como todas las llamadas estacionales, empezaba en la iglesia mayor. Allí se encontraban también el clero de las cuatro parroquias que había entonces y las comunidades de religiosos de todos los conventos. Bajaban por la calle Navarrería y seguían por Mercaderes, Plaza Consistorial, Portalapea y Bolserías -hoy calle de San Saturnino- hasta la iglesia de San Cernin. En ella se detenían un momento para que se incorporase la imagen del Santo, portada en andas por cuatro sacerdotes, que salían por la puerta que da a la calle Campana.
Acto seguido, la procesión continuaba su recorrido por la Calle Mayor, campo de la Taconera, calles de San Antón y Zapatería, Calceteros, Mercaderes, Plaza Consistorial y Bolserías. De regreso a la iglesia, se celebraba una solemne misa mayor, oficiada por un canónigo, con sermón de panegírico del Santo, que el consistorio solía encargar a un religioso de alguno de los conventos que entonces había en la ciudad.
Una vez terminada la misa, el Cabildo, acompañado por el clero secular y regular, las cruces parroquiales y el Ayuntamiento, regresaba a la Catedral, donde el canónigo que oficiaba de preste rezaba la oración propia del Santo, con lo que concluía la procesión. Tras las cortesías acostumbradas, los curas se volvían a sus parroquias, las comunidades a sus conventos y la corporación municipal regresaba también, con todo su cortejo, a la Casa Consistorial. Hoy hemos querido traer a estas páginas la crónica oficial de cómo se celebraron los dos días -víspera y festividad- en 1810, hace ahora dos siglos, en uno de los momentos más tristes, oscuros y difíciles de la historia de la ciudad, ocupada por las tropas napoleónicas, con muchos de sus vecinos prisioneros o desterrados -algunos también fusilados- pero que a pesar de ello, o quizá también por eso mismo, no dejaba de honrar solemnemente a su Santo Patrono, pidiéndole su protección.
Las Vísperas del día 28
Dice así literalmente el acta municipal de la festividad: "Función de San Saturnino. Testimonio de ella.- Certifico yo, el Secretario infrascrito, que los días de ayer y anteayer, miércoles y juebes, contados 28 y 29 del presente mes de noviembre, concurrió la Ciudad el primero a Vísperas y el segundo a la Procesión, Misa y sermón de la festibidad del Glorioso Patrón San Saturnino, fundador de la fe en esta capital; como es el miércoles con solo media gala de cordoncillos dorados, habiendo pasado, poco antes de las quatro de su tarde, desde su Casa de Ayuntamiento, formalmente con mazas, thenientes de justicia, clarines, timbales y ministros, a la Iglesia Parroquial de San Saturnino, y siendo recivida en su puerta principal por el Cavildo de la misma con sobrepellices y dado la agua bendita el Vicario interino de la Parrochia con ysopo de plata, se dirigió acompañada del mismo Cavildo a dentro del januado del Altar mayor, donde ocupó los bancos de terciopelo carmesí propios de la Ciudad, que estaban preparados a la parte de la epístola; y héchose recíprocamente cortesías Ciudad y Cavildo, subió éste al coro y entonadas las Vísperas por el presidente de él, se cantaron solemnes por la capilla de Música de la Santa Iglesia Catedral, y concluidas, salió la Ciudad de la espresada Iglesia Parroquial, y siendo despedida por dicho Cavildo en la puerta principal de ella, sin dar agua bendita por no estilarse sino a la entrada, se restituyó a su Casa Consistorial con la propia formalidad que a la ida".
El día 29, una procesión como la de San Fermín
Y continúa el acta: "El juebes veinte y nueve, día del Santo, habiéndose juntado la Ciudad en su citada Casa Consistorial con gala entera de cadenas y cordoncillos dorados, pasó desde ella, con el propio acompañamiento y obstentación que la bíspera, a la Santa Iglesia Catedral a las diez en punto de su relox; y ocupando en la capilla mayor de ella los bancos por el orden acostumbrado, se formó inmediatamente la procesión con asistencia de la Cruz y Cavildo de dicha Santa Iglesia, los de las Parroquias con las suyas, y por el rumbo que otras beces (Navarrería, Santa Cecilia, calle Mercaderes, Plaza de la Fruta, Bolserías y Portalapea), se dirigió, cerrándola la ciudad, a dicha Iglesia Parroquial de San Saturnino, donde entrando por su puerta principal y saliendo por la de bajo el coro, incorporado al paso el Santo Patrono en la procesión, llevado en andas por quatro señores sacerdotes y alumbrando delante con achas los obreros de la insinuada Parroquia, continuó aquella por la Calle Mayor, campo de la Taconera, calle de San Antón y la de las Zapaterías, cabezera de la Plaza de la Fruta, bajada de la casa de Caparroso, calle de Mercaderes, dicha Plaza, calle de Bolserías y Calle Mayor hasta la Iglesia Parroquial del Santo, donde terminó y ocupando en su januado del Altar mayor el Cavildo de la Catedral los bancos del lado del Evangelio y la Ciudad los de la parte de la Epístola, se celebró Misa solemne por uno de los Señores Canónigos de la Santa Iglesia, oficiada por la Capilla de Música de ella, con sermón, que lo predicó Don Bartolomé Burguete, Presbítero, exreligioso carmelita descalzo, a quien se lo tenía encomendado la Ciudad; y concluida la función, salieron de dicha Iglesia el dicho Cavildo de la Catedral y los de las Parroquias con sus respectibas cruzes, y también la Ciudad, y volvieron procesionalmente a la Santa Iglesia, donde ocupados por la Ciudad los bancos de su Capilla Mayor como la vez primera, y dicha por el Preste la Oración del Santo, se concluyó la función y se restituyó la Ciudad a su Casa de Ayuntamiento con igual formalidad que a la ida, en cuya certificación firmé en Pamplona a treinta de noviembre de mil ochocientos y diez.- Joaquín López, secretario".
Constituían por entonces el Ayuntamiento los señores Fausto María de Elío y Aguirre, Joaquín de Elío y Jaureguízar, Maximino Echálaz, Fermín Sanz y López, Fermín de Barricarte, Francisco Antonio Muniain, Antonio de Corres, Mateo Xavier Larumbe y Juan de Iráizoz. A excepción del último, todos los regidores constan en el acta con el tratamiento de don, que en aquel tiempo indicaba su condición hidalga.
La novedad de aquel año fue que por primera vez no asistieron a la procesión las comunidades de religiosos, porque el año anterior las había disuelto el gobierno intruso, incautándose de sus conventos, en la primera Desamortización del convulso siglo XIX.
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