Órdenes pontificias de caballeros
La Razón
El último español en recibir una de estas distinciones ha sido Francisco Vázquez, embajador de España cerca de la Santa Sede, a quien el pasado 20 de abril le fue impuesta la Gran Cruz y la Banda de Caballero de la Orden Piana. No es ésta la primera en la jerarquía vaticana, ya que ese honor recae en la Suprema Orden de Cristo. Reservada a los reyes y jefes de Estado católicos, fue creada por el soberano portugués Dionisio I en 1319 para acoger a los supervivientes de la defenestrada Orden del Temple. El Papa Juan XXII la aprobó el 14 de marzo de aquel año con una carta apostólica, el primer documento que se conserva donde se hace mención a estas condecoraciones.
Obediencia al Papa
Los caballeros de la Suprema
Orden de Cristo, que sólo contempla una clase de miembros, deben
obediencia al Pontífice y al soberano de Portugal. Le sigue en
la jerarquía la Orden de la Espuela de Oro o Milicia
Áurica, cuya fecha de fundación se pierde en la
historia y que renació con la restauración general de estas
condecoraciones caballerescas decretada por el Papa san Pío X en
1905.
La tercera en lustre es la Orden Piana, creada
en marzo de 1559 por el Papa Pío IV. Pío IX en 1847 y Pío XII
en 1939 y 1957 la reformaron, estando hoy dedicada a premiar a
los soberanos, jefes de Estado y de Gobierno y representantes del
cuerpo diplomático por su labor en la Iglesia. Es costumbre que
reciban este galardón los embajadores ante la
Santa Sede cuando pasan unos años en este cargo. A Vázquez se
le ha impuesto la máxima distinción: la Gran Cruz y la Banda de
Caballero. Le siguen en importancia estas condecoraciones por
separado y el título de comendador con o sin placa.
La Orden Piana precede a la de San Gregorio Magno,
instituida en 1831 por el Papa Gregorio XVI en memoria de aquel
Pontífice y santo. Cuenta con cuatro grados distintos para sus
caballeros y damas, equiparables a los de la Orden Piana. La
última en importancia de estas cofradías es la Orden de
San Silvestre, tomada de la Milicia Áurica en 1841 por
Gregorio XVI. Además de estas órdenes, los papas también
pueden reconocer el trabajo de los laicos a favor de la Iglesia
con otros dos galardones: la Cruz «Pro Ecclesia et Pontífice»
y la Medalla «Benemerenti».
La Orden del Santo Sepulcro
Hay dos hermandades ecuestres
distintas a las cinco anteriores: la Orden del Santo Sepulcro de
Jerusalén y la de los Caballeros Teutónicos. Ambas gozan de la
protección de la Santa Sede. La primera nació en el siglo XI
con el inicio de las cruzadas, cuando fueron investidos
caballeros para defender el cristianismo en Tierra Santa. Está
dirigida por un gran maestre y tiene una sede en Roma y
otra en Jerusalén. La Orden de Santa María
Teutónica nació al mismo tiempo que la del Santo
Sepulcro y se dedica hoy a las obras de caridad.
El cardenal Andrea Cordero, uno de los mayores expertos en
heráldica y creador del escudo de Benedicto XVI, subraya que el
ingreso en estas segundas órdenes se obtiene con el compromiso
de un «empeño futuro», mientras que las primeras agradecen
«méritos del pasado». «No se puede decir que exista primacía
de unas sobre otras; se trata de cosas diferentes», explica.
Casi mil años de Malta
El embajador de España cerca de la Santa Sede es también el representante de nuestro país ante la Soberana Orden Militar de Malta. Esta hermandad goza de un estatuto especial, ya que el derecho internacional la reconoce como independiente. Nació en 1048 como Orden de San Juan de Jerusalén para atender a los peregrinos que llegaban a Tierra Santa. Con el fin de los estados cristianos en Oriente Medio se estableció en Chipre y Rodas hasta que el emperador Carlos V le cedió la isla de Malta. Actualmente cuenta con dos territorios en Roma: un palacio en la céntrica Vía Condotti y una villa en la colina del Aventino. La asistencia médica y humanitaria es hoy la principal actividad de la Orden de Malta, cuyo príncipe y gran maestre es el británico fray Matthew Festing.