Efectos de la Parusía o segunda venida gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo a la vista de todos
Los judíos creían y esperaban la venida gloriosa del Mesías. San Pablo hace de esta fe y esperanza el nombre del cristianismo.
Hoy se rehúye en medios eclesiásticos y políticos y se manifiesta alergia y rechazo a la segunda venida de Cristo y a sus efectos.
Pero Jesús afirma su segunda venida, que todos verán:
«Aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria».
(Mt 24,30; cf. Mc 13,26)«Como el relámpago sale por oriente y brilla hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre».
(Mt 24,27)«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» (Jn 1,51).
El mismo Jesús afirma su segunda venida en el momento cumbre de la verdad plena, que no puede contradecir el tribunal y por la que es crucificado
El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?»
Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo».
(Mc 14,61-62; cf. Mt 26,63-64)
Todos verán la Parusía o segunda venida
Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Sí. Amén.
(Apoc 1,7)«Se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la Manifestación de su Venida» (II Tes 2,8).
"Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia.
A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás".
(Dn 7,13)La Ascensión del Señor (Jesús entra por Sí mismo en el Cielo):
«El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo» (Hch 1,11).
Los efectos de la segunda venida de Jesucristo, el Verbo hecho carne, a la vista de todos serán:
El reinado del laicismo y del liberalismo se terminará cuando, destruido ese reinado anticristiano por la segunda venida de Jesucristo y generalizada la devoción a su Sagrado Corazón, todos crean que Jesucristo es Dios y obren en consecuencia, también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad tal como fue anunciado por el Concilio Vaticano II:
"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).
Lo que es proclamar la esperanza totalmente segura de la Iglesia que será una realidad la unidad católica mundial, la confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia obedeciendo a Dios en el futuro, la Cristiandad futura
Esta confesionalidad de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial será posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, que es lo que define a los Estados confesionales consecuentes.
El Concilio Vaticano II enseña que forma parte de la misión de la Iglesia "declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana" (Dignitatis humanae, 14).
De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II". Ser católicos y obrar en consecuencia, en la esfera privada y en la pública, individual y colectivamente, cada persona y la sociedad.
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Según lo anunciado en las profecías de la sagrada Escritura, Jesucristo, Nuestro Señor, en su Parusía o segunda venida gloriosa, ha de venir acompañado por los santos que resucitarán en la resurrección primera. La Parusía y la resurrección primera tendrán lugar en el último día o última época de la vida humana en la tierra, que tendrá una duración cronológica larga, pero indeterminada, a la que bíblicamente se denomina mil años:
"Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años. Los demás muertos no volvieron a la vida hasta pasados los mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo quien tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tiene poder la muerte segunda, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años.
(Ap 20,4-6).
El último día significa último tiempo o última época de la historia humana en la tierra, teniendo en cuenta lo que explica al respecto san Agustín:
«La Iglesia universal del Dios verdadero confiesa y profesa que Cristo ha de venir del cielo a juzgar a los vivos y a los muertos, y a esto le llamamos nosotros último día del divino juicio, esto es el tiempo último. Pues, por cuantos días se extienda este juicio es incierto: pero las escrituras santas usualmente ponen el término día en lugar de tiempo, como no ignora el que haya leído, por más ligeramente que lo haya hecho aquellas letras santas. Así pues cuando decimos día del juicio de Dios, añadimos último o novísimo, lo que indica que también ahora juzga y que desde el principio del tiempo juzgó» (San Agustín De Civitate Dei lib. XX, cap. 1, núm. 2).
Y lo que sobre ello viene en la propia Biblia:
"Mas no olvidéis una cosa, queridos míos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día".
(II Pe 3,8)
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San Esteban, ve el cielo abierto y a Jesús a la diestra de Dios Padre:
Lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios».
Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle.
(Hch 7, 55-58)
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La Ascensión del Señor (Jesús entra por Sí mismo en el Cielo):
«El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo» (Hch 1,11).
"Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz" (CEC 672).
Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en gloria es inminente (cf Ap 22, 20), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Te 2, 3-12).
(CEC 673).
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«Reinaré en
España, y con más veneración que en otras muchas
partes» La promesa de Jesús, el Verbo hecho carne, a Bernardo de Hoyos el jueves, 14 de mayo de 1733, fiesta solemne de la Ascensión del Señor "Después de comulgar, tuve la
misma visión referida del Corazón, aunque con las
circunstancias de verle rodeado de la corona de espinas y
una cruz en la extremidad de arriba, ni más ni menos que
la pinta el P. Gallifet; también vi la herida por la
cual parece se asomaban los espíritus más puros de
aquella sangre, que redimió el mundo. Convidaba el
divino amor Jesús a mi corazón se metiera en el suyo
por aquella herida, que aquél sería mi Palacio, mi
Castillo, y Muro en todo lance. Y como el mío aceptase,
le dijo el Señor: ¿No ves que está
rodeado de espinas y te punzarán?, que
fue irritar más el amor, que introduciéndose a lo más
íntimo, experimentó eran rosas las espinas. Reparé que
además de la herida grande, había otras tres menores en
el Corazón de Jesús, y preguntándome si sabía quién
se las había hecho, me trajo a la memoria aquel favor
con que nuestro amor le hirió con tres saetas. Recogida
todo el alma en este Camarín Celestial, decía: «Haec
requies mea in saeculum saeculi, hic habitabo quoniam
elegi eam». Dióseme a entender que no se me
daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí
solo, sino que por mí las gustasen otros. Pedí a toda
la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos,
y pidiendo esta fiesta en especialidad para España, en
quien ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo
Jesús: «Reinaré en España, y con más
veneración que en otras muchas partes». Bernardo de Hoyos consignó por escrito enseguida con la máxima fidelidad el gran mensaje en un manuscrito desaparecido, como todos sus escritos. Pero su director el P. Juan de Loyola, S. I., lo copió fielmente en el manuscrito Autógrafo de su vida. Fallecido Bernardo de Hoyos el 29 de noviembre de 1735, dicho P. Juan de Loyola, S. I. publicó la vida de Bernardo para referir los principios en España de la devoción al Sagrado Corazón en la primera edición del Tesoro Escondido, publicada en 1736 y en todas las siguientes. El P. Uriarte, S. I. publicó su Vida del P. Hoyos «arreglada y aumentada de como la escribió y dejó inédita el P. Juan de Loyola». El texto de la promesa del Reinaré en el autógrafo está en la 2ª ed., páginas 250-251. (Véase el artículo de José Mª. Sáenz de Tejada, S. I., «Reinaré en España y con más veneración que en otras partes», Revista Cristiandad de Barcelona, nº 29, páginas 249-251, 1 de junio de 1945) |
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La Cristiandad La Cristiandad es el conjunto de naciones que, incipientemente en la Edad Media, acataban, en virtud de su fe en la divinidad de Jesucristo, la autoridad sobrenatural de la Iglesia en materias de fe y moral, lo cual proclama la Iglesia en el Concilio Vaticano II que se producirá plenamente en el futuro de forma universal:
Lo que es proclamar la esperanza cierta
y segura de la futura confesionalidad consecuente
de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza
de los creyentes en Jesucristo; la
futura unidad católica mundial, no por
exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada
en la aceptación voluntaria del reinado del
Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones
movidos por Su gracia divina, la extraordinaria
efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne,
iniciará con su Parusía, Su segunda venida gloriosa con la que,
al evidenciar Su existencia, eliminará el poder
anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si
Dios no existiera. |
El Reinado de Jesucristo consumado en cada alma
y en el mundo por la acción misericordiosa de su Sagrado
Corazón...El Anticristo, persona moral, y la anomía...Caducidad
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de Jesús, el Verbo hecho carne..